794 millones de personas y otras tantas vacas han muerto en el último terremoto ocurrido en Tombuctú, Malí. El seísmo, de 1,2 en la escala Richter, es con diferencia el mayor que se ha registrado en la zona en las últimas dos semanas. A pesar de su fuerza, las autoridades apuntan a que la cifra de fallecidos puede no ser tan exagerada y hablan de tan solo 793 millones de muertos y 17 desaparecidos.
"Nos han vuelto a redeclarar zona catastrófica", confiesa apenado el Alcalde, Saïd Mahmoud, "Esto no ayuda nada a nuestra recién lanzada campaña dirigida al turismo de sol".
Esta calificación no es nueva para Tombuctú que lleva siendo zona catastrófica de forma intermitente desde el siglo 12 dada su extrema pobreza, analfabetismo, dislexia y completa falta de principios éticos y morales que hacen que este país sea difícilmente comparado o tratado como un país decente de bien.
El Presidente Sirio, Bashar-Tiburcio al-Ásad, ha anunciado esta semana que su país va a enviar ayuda para terminar con los problemas de este país: "Se tratará de humilde ayuda humanitaria de índole química con la que tratar a los supervivientes para que no haya tanto sufrimiento. Contamos con agentes estudiando los terrenos para futuras inversiones y proyectos de expansión".
La falta de reacción de otras organizaciones internacionales como Naciones Unidas, Oxfam o el KuKlux Klan no han pasado desapercibidas y, ante las preguntas de los periodistas, Kofi Annan ha declarado: "No es que no nos preocupe lo que ha sucedido, es más bien que 'noslasu' un poco".