Albert Rivera admite sin ninguna reticencia y con una convicción inamovible que una de sus máximas aspiraciones es llegar a ser "el niño mimado del Ibex35" y entablar una fructuosa (y sobretodo lucrativa) amistad con Doña Lourdes Centeno Huerta, la directora de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y máxima autoridad en chanchullos que sólo favorecen a una élite de fósiles carcamales cegados por una avaricia execrable.
"No hace mucho, cuando era un adolescente impresivible e irascible, con una fijación por encajar entre mis amigos del colegio, siempre soñé con que algún día añadiría al menos dos comas en mi cuenta bancaria, que por aquel entonces sólo tenía una. Un día, mientras que estaba tomando tranquilamente un zumo de naranja y leyendo 'La Razón', este se derramó accidentalmente sobre el periódico. Lo más curioso del asunto es que el líquido no se vertió en cualquier sección, sino justo en un gráfico del Ibex35. En ese preciso instante algo en mí cambió. Ví aquel suceso trivial como una señal divina y una premonición que me guiaría e impulsaría a unirme a un partido de corte sionista como Ciudadanos. Desde entonces, el Ibex35 es lo que me da fuerzas para levantarme cada manaña. Creo que es obvio que mi intención es intimar con este índice ponderado por capitalización bursátil y hacer de él mi amante".
Cuando se le pregunta qué es lo que encuentra tan atractivo del Ibex35, él responde de una forma tajante: "El enorme poder que ejerce sobre toda España. Es increíble y admirable a la par que sólo 35 empresas con asfixiantes deudas y que llevan el arte de las prácticas fraudulentas al siguiente nivel, partan la pana y encima se rían de todos los españoles a la vez. Esa 'santa trinidad' es muy atractiva para mí, lo que me recuerda que uno puede ser un truhán y lucrarse desmedidamente, pero a la vez tener sentido del humor".