En plena preparación de la campaña electoral para las elecciones alemanas de 2017, Ángela Merkel se ha visto salpicada por su implicación en un escándalo de magnitud internacional, la falsificación de burkas destinados a los mercados de Afganistán. La distribución de estos tejidos se realizaba de forma ilegal dentro de contenedores de bratwurst dirigidos a restaurantes alemanes instalados en Kabul.
La canciller negó en un primer momento su participación en esta trama, pero la aparición de unas fotografías en las que aparece probándose varios tipos de burkas no le ha dejado más opción que confesar: "Sé que muchos piensan que no tengo en cuenta la moda porque siempre llevo el mismo traje, pero es solo por motivos de etiqueta. Con mi participación pretendía dar un nuevo diseño a los burkas, un toque occidental, y así transmitir la pasión por la moda y la libertad a la comunidad árabe".
Según Merkel, las mujeres árabes tienen el mismo problema que ella: siempre llevan el mismo diseño aunque sea en distintos colores. Así, "Sharia & Gabbana", la marca comercializada por la canciller, integra atrevidos diseños que, pese a su buen recibimiento, supusieron la lapidación de más de 10 mujeres que se atrevieron a lucirlos en la Semana de la Moda de Kandahar.
Sigmar Gabriel, candidato a canciller por el SPD, ha declarado jocosamente: "Merkel se preocupa demasiado de los extranjeros e inmigrantes. En temas textiles nosotros defendemos los intereses alemanes: que nunca falten corsés escotados en el Oktoberfest".