El ser humano ha extinguido, una vez más, una especie animal a causa de sus irresponsables actos. Y todo por culpa de un error o, más bien, una serie de ellos.
M.E.D., vecino de Mendoza, Argentina, es el hombre que ha acabado con los ocelotes él solo. Todo comenzó cuando se encontraba manejando bombas caseras pertenecientes a su abuelo. Según confiesa: "Estaba plomo en la casa y pensé que podía estar copado hacerlas estallar en el monte. Che, lo que no esperaba que estuvieran repasadas de fecha y que se formara un quilombo".
La explosión de las bombas hizo que desapareciera la primera colonia de ocelotes pero la cosa no quedó ahí. Al tratar de huir de la zona en un helicóptero de los guardabosques que había robado, M.E.D., dejó caer por accidente unos bidones con lejía que fueron a parar, casualmente, sobre un bebedero de ocelotes situado en la cresta de los Andes terminando así con el resto de manadas tanto de Argentina como de Chile.
Aunque tras estos hechos la población aún podía ser recuperada gracias a los ejemplares que quedaban en el zoo de Buenos Aires, M.E.D. aún no había acabado su tarea.
Justo el día en el que iba a ser juzgado en el Tribunal de Buenos Aires, la pareja de ocelotes se escapó de las instalaciones en las que iban a ser tratados para la cría. Esto podría no haber sido fatal si no fuera porque se cruzaron de improviso con el coche que conducía M.E.D. de camino al juicio acabando bajo las ruedas y falleciendo en ese mismo momento.
El resultado ha sido la completa extinción del ocelote o Leopardus pardalis en solo una semana convirtiéndose así en la especie más rápida en desaparecer de la historia.